Qué riesgo tiene el fumar cannabis

Imagina por un momento que tienes en tus manos una planta que ha acompañado a la humanidad por miles de años. Una planta que ha sido protagonista de rituales, medicinas ancestrales y, al mismo tiempo, objeto de intensos debates en nuestra época. Hablamos del cannabis. Para algunos, un regalo de la naturaleza lleno de beneficios. Para otros, una sustancia que puede poner en riesgo la salud. Pero… ¿Cuál es la verdad? Hoy vamos a descubrirlo, dejando a un lado mitos y exageraciones.

Cuando hablamos de fumar cannabis, lo primero que debemos entender es que el humo que inhalamos no es aire limpio. Contiene una mezcla de compuestos que, al llegar a nuestros pulmones, pueden dejar residuos y provocar reacciones en nuestro cuerpo. Y aunque a diferencia del tabaco, el cannabis no contiene nicotina, sí tiene alquitranes e hidrocarburos que, en ciertas condiciones, pueden ser perjudiciales.

Ahora bien, aquí aparece la primera confusión común: que algo provenga de una planta no lo convierte automáticamente en inocuo. El tabaco, la amapola del opio o incluso ciertas setas también son naturales, y no por ello dejan de tener efectos nocivos. En el caso del cannabis, el consumo no afecta igual a todas las personas. Hay quienes pueden fumar durante años sin desarrollar problemas graves, mientras que otros experimentan efectos negativos desde las primeras veces.

Entre los riesgos más evidentes de fumar cannabis está la irritación pulmonar. Al no utilizar filtro, muchas personas inhalan profundamente y retienen el humo más tiempo, lo que aumenta la exposición a compuestos tóxicos. Esto puede derivar en tos crónica, bronquitis y, en casos prolongados, favorecer el desarrollo de enfermedades más serias. Sin embargo, el panorama no es tan simple como decir “es igual que el tabaco” o “es inofensivo”.

Existen estudios que sugieren que algunos componentes del cannabis tienen propiedades que pueden contrarrestar células anómalas o reducir inflamaciones, pero eso no significa que fumar sea la vía más segura o recomendable para aprovechar estos beneficios. La combustión, en sí misma, genera residuos que nuestro cuerpo debe procesar.

Además, muchas personas consumen cannabis mezclado con tabaco. Y aquí el riesgo aumenta: se suman las sustancias tóxicas del tabaco, se reduce la cantidad efectiva de cannabinoides que llegan al organismo y, de paso, se desarrolla una dependencia a la nicotina. Este hábito combinado puede terminar siendo mucho más dañino de lo que el consumidor cree.

Recomendaciones iniciales:
Si una persona decide consumir cannabis, hay maneras de reducir riesgos. Por ejemplo, evitar la mezcla con tabaco, no retener el humo por largos periodos y, mejor aún, optar por métodos como la vaporización a temperaturas controladas —idealmente no más de 185°C—, donde se liberan los compuestos activos sin generar tanto material tóxico.

Pero el impacto del cannabis no se limita al sistema respiratorio. Sus efectos alcanzan el cerebro y modifican la forma en que las neuronas se comunican entre sí. Esto puede alterar el estado de ánimo, la memoria a corto plazo, la capacidad de atención y, en algunos casos, influir en la motivación y el rendimiento en actividades diarias.

En adolescentes y personas jóvenes, el riesgo es mayor. El cerebro sigue en desarrollo hasta alrededor de los 25 años, y el consumo frecuente de cannabis en esta etapa puede provocar cambios duraderos en las conexiones neuronales. Esto no significa que todos los jóvenes que fumen desarrollarán problemas graves, pero sí que su probabilidad de experimentar efectos negativos es más alta que en un adulto con el sistema nervioso ya maduro.

Por eso, antes de pensar que “no pasa nada” o que “es solo una planta”, vale la pena considerar que cada organismo reacciona diferente, y que el cannabis, como cualquier sustancia psicoactiva, puede tener luces y sombras.


Cambios o efectos visibles tras fumar cannabis

Ahora que ya entendemos cómo el cannabis impacta en los pulmones y en el cerebro, es momento de mirar más de cerca otros efectos que, aunque no siempre se ven de inmediato, pueden marcar una gran diferencia en la vida diaria. Porque el cannabis no solo modifica lo que sientes… también puede influir en cómo te mueves, en cómo piensas y en la forma en que te relacionas con tu entorno.

Uno de los efectos más inmediatos tras fumar cannabis es el cambio en la coordinación motora. Muchas personas sienten una ligera lentitud en sus movimientos, un tiempo de reacción más largo o una percepción alterada del espacio y el equilibrio. Esto, sumado a la disminución en la atención, hace que tareas como manejar, montar bicicleta o incluso usar maquinaria se vuelvan riesgosas. No es exageración: el cannabis puede afectar los reflejos de manera muy similar a como lo hace el alcohol, y esa fracción de segundo de retraso podría ser la diferencia entre evitar un accidente o no.

Pero los efectos no terminan ahí. Con el tiempo, el consumo frecuente puede influir en la motivación, en la capacidad de planificar y en el rendimiento en el trabajo o los estudios. No es raro escuchar que alguien “ya no siente las mismas ganas” de hacer ciertas actividades, que pierde interés en hobbies o que sus calificaciones bajan. Esto no ocurre en todos los casos, pero sí lo suficiente como para que valga la pena prestarle atención.

En el plano emocional y mental, el cannabis puede provocar sensaciones muy distintas según la persona, la dosis y el contexto. Para algunos, genera calma, euforia o creatividad; para otros, ansiedad, nerviosismo o incluso ataques de pánico. En ciertos casos, el consumo prolongado se ha vinculado con la aparición o el agravamiento de trastornos como depresión, psicosis o esquizofrenia. Y aunque estos efectos suelen darse en personas con una predisposición previa, es un riesgo que no debe ignorarse.

Es importante destacar que muchos de estos problemas no se manifiestan de inmediato. Hay consumidores que, tras varios años de uso, comienzan a experimentar síntomas más notorios: cambios de ánimo, dificultades para concentrarse, episodios de paranoia o sensación de desconexión con la realidad. Esto se debe a que los compuestos del cannabis interactúan de forma constante con los sistemas químicos del cerebro, modificando la manera en que las neuronas se comunican.

Otro punto que suele subestimarse es la relación entre cannabis y pensamientos suicidas, sobre todo en adolescentes. Aunque el consumo por sí solo no es la causa, en personas vulnerables puede actuar como un factor que precipite crisis emocionales o que agrave situaciones previas de salud mental.

Y aquí viene… La pregunta inevitable: ¿El cannabis genera adicción?

La respuesta corta es: sí, aunque no en todos los usuarios. Se estima que una parte de las personas que lo consumen desarrolla dependencia. Esto significa que les cuesta reducir la cantidad o dejarlo por completo, y que pueden experimentar un síndrome de abstinencia al suspender el consumo. Este síndrome puede incluir irritabilidad, insomnio, disminución del apetito, ansiedad e incluso malestar físico. Cuanto más frecuente y prolongado sea el consumo, mayor es la probabilidad de que aparezca esta dependencia.

Por eso, aunque el cannabis no tenga la misma capacidad adictiva que otras drogas como la cocaína o la heroína, sí puede convertirse en una parte central de la rutina diaria de algunas personas, afectando su bienestar general.

La realidad es que, como toda sustancia psicoactiva, el cannabis no es ni completamente inofensivo ni el enemigo absoluto. Entender sus efectos y riesgos es clave para tomar decisiones más conscientes. Y si el consumo empieza a interferir con tu salud, tus metas o tus relaciones, puede ser el momento de replantearte tu relación con esta planta.

Uso medicinal vs. uso recreativo del cannabis

Es cierto que el cannabis tiene propiedades terapéuticas comprobadas. Sus compuestos activos, como el THC y el CBD, pueden ayudar a aliviar el dolor crónico, estimular el apetito en pacientes con cáncer o VIH, reducir espasmos en enfermedades neurológicas y mej calidad de vida en situaciones de cuidados paliativos. Sin embargo, esto no significa que fumar porros sea la mejor manera de obtener esos beneficios. En la medicina, el cannabis se administra en dosis controladas, con extractos estandarizados y bajo supervisión profesional.

El uso recreativo, en cambio, se realiza sin control médico, con variaciones impredecibles en la concentración de los compuestos y en contextos donde es fácil perder el seguimiento de la cantidad consumida. Por eso, aunque compartan el origen en la misma planta, no se pueden equiparar sus beneficios ni sus riesgos.

Algunas personas creen que legalizar el cannabis reduciría su consumo. Sin embargo, la experiencia con el alcohol y el tabaco muestra que la legalidad no siempre significa menor uso. De hecho, la disponibilidad, la aceptación social y la baja percepción de riesgo suelen aumentar la cantidad de consumidores. Por eso, más allá de su estatus legal, lo que realmente influye en un consumo más responsable es la información clara y basada en evidencia.

Para concluir, podemos decir qué…

El cannabis es una planta con una historia milenaria y un potencial enorme, tanto para el bienestar como para generar problemas si no se usa de forma consciente. No es un villano absoluto, pero tampoco un aliado incondicional. Conocer sus riesgos, sus beneficios y las formas más seguras de consumo es el primer paso para decidir qué lugar tendrá —o no— en tu vida.

Y si hoy sientes que tu relación con el cannabis ya no es tan saludable como antes, recuerda que no estás solo en este camino. Si ya tienes un consumo problemático, hemos publicado muchas notas que pueden ayudarte, y están disponibles en todas las plataformas digitales. Además, si deseas un acompañamiento personalizado, tienes dudas específicas o quieres ampliar la información sobre el cannabis, puedes escribirnos al enlace que encontrarás en la descripción.

Comparte tu aprecio

Actualizaciones del boletín

Introduce tu dirección de correo electrónico para suscribirte a nuestro boletín

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *