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Los 10 MEDICAMENTOS MÁS PELIGROSOS y que podrías sustituir ya mismo con cannabis medicinal
¿Te has detenido a pensar cuántas pastillas puede estar tomando una persona mayor en un solo día? Una para dormir, otra para la presión, otra para el dolor, y así hasta llenar un pastillero entero. El problema es que el cuerpo, con el paso de los años, ya no procesa los medicamentos como antes. Es como un celular viejo con la batería al 30%: todo funciona más lento, todo se acumula y los efectos secundarios pueden confundirse con síntomas de la edad.
Sorprendentemente, una de cada tres hospitalizaciones en adultos mayores está relacionada con los medicamentos. Muchas caídas, episodios de confusión o cansancio extremo no se deben al envejecimiento en sí, sino a los fármacos que están tomando. Identificar cuáles son los más peligrosos puede marcar la diferencia entre ver a tu ser querido apagarse poco a poco o ayudarle a recuperar su energía y lucidez.
Hoy comenzaremos con los que más afectan al cerebro. Y no estamos hablando de casos raros: el 25% de los adultos mayores que usan medicamentos que actúan sobre el sistema nervioso experimentan síntomas que se parecen a la demencia. Si notas que alguien en tu familia está más confundido de lo habitual, tropieza al caminar o parece estar ausente, puede que la causa esté en el botiquín.
Aquí está la lista de los 10 medicamentos más peligrosos para el organismo, en qué enfermedades se prescriben y cuáles son sus efectos adversos más comunes.
Iniciamos nuestro recorrido con las 1. Benzodiacepinas La trampa de la calma
Las benzodiacepinas son ansiolíticos y pastillas para dormir que suenan familiares: diazepam, clonazepam, alprazolam, lorazepam y otros. Funcionan tan bien que el problema es precisamente ese: en adultos mayores esa “calma” puede transformarse en somnolencia prolongada, pérdida de reflejos, caídas peligrosas y confusión mental.
Además, generan dependencia muy rápido, a veces en tan solo dos semanas. Y dejarlas de golpe puede causar síndrome de abstinencia con ansiedad intensa, insomnio y temblores. Por eso se recomienda que, si deben usarse, sea por periodos muy cortos y bajo vigilancia médica estricta.
Opciones más seguras incluyen: higiene del sueño (horarios fijos, menos pantallas por la noche), terapia cognitivo-conductual y, en algunos casos, melatonina de liberación prolongada bajo supervisión médica.
Número 2. Zolpidem – El sonámbulo silencioso
Este fármaco, conocido como hipnótico o “pastilla para dormir”, puede parecer inofensivo, pero en personas mayores es como abrir la puerta a episodios de sonambulismo. Hay casos de caídas graves, fracturas e incluso accidentes domésticos ocurridos mientras el paciente estaba semidormido.
El uso seguro de zolpidem debe ser por no más de 7 a 10 días, únicamente cuando otras medidas no han funcionado y nunca en personas con alto riesgo de caídas. Si el insomnio persiste, es mejor explorar terapias no farmacológicas o medicamentos menos riesgosos.

Número 3. Antidepresivos tricíclicos – El ladrón de la memoria
Amitriptilina, nortriptilina y otros tricíclicos fueron ampliamente recetados para depresión, dolor crónico o insomnio. Sin embargo, bloquean la acetilcolina, un neurotransmisor vital para la memoria y la atención.
El resultado: boca seca, estreñimiento, visión borrosa, confusión y pérdida de memoria. Incluso pueden provocar arritmias cardíacas.
Hoy existen alternativas más seguras, como la sertralina, citalopram o duloxetina, que suelen tener menos efectos secundarios. Eso sí, siempre con prescripción y supervisión médica.
Número 4. Antihistamínicos antiguos – El disfraz del alérgico
Cuando pensamos en medicamentos para la alergia, rara vez los asociamos con problemas graves. Sin embargo, difenhidramina e hidroxicina pueden generar somnolencia extrema, desorientación y alteraciones de memoria porque también bloquean la acetilcolina.
La buena noticia es que hay opciones modernas mucho más seguras, como la loratadina, cetirizina o fexofenadina, que no afectan el cerebro y alivian los síntomas alérgicos sin provocar confusión.
Si reconociste alguno de estos medicamentos en el botiquín de casa, no entres en pánico ni los suspendas por tu cuenta. Habla con el médico y pregunta si siguen siendo necesarios o si existen alternativas más seguras. A veces, reducir la dosis o sustituir el fármaco puede devolver la claridad mental, mejorar el equilibrio y disminuir el riesgo de caídas.
Recuerda: el objetivo no es eliminar medicamentos a ciegas, sino optimizar el tratamiento para que tu familiar tenga la mejor calidad de vida posible.
No todos los efectos de los medicamentos se notan de inmediato. Algunos trabajan en silencio, dañando órganos vitales poco a poco hasta que el problema es tan grande que se vuelve evidente. Lo más preocupante es que en muchos casos creemos que esas pastillas nos están protegiendo, cuando en realidad están debilitando nuestro sistema.
Continuamos, medicamento número 5. Omeprazol y otros protectores gástricos – El protector que desprotege
Se recetan para la acidez y el reflujo, y en algunos casos son imprescindibles, pero el problema es que se utilizan como si fueran caramelos. El uso prolongado de omeprazol, pantoprazol o esomeprazol reduce la acidez natural del estómago, lo que altera la microbiota y favorece infecciones intestinales graves como Clostridium difficile. Klos-TRID-i-um DI-fi-se-le
Además, impiden absorber vitamina B12, lo que puede causar anemia y daño neurológico con el tiempo, y debilitan los huesos, aumentando el riesgo de fracturas de cadera en un 30%. Para colmo, al dejarlos de golpe aparece el temido efecto rebote, con más acidez que antes.
Alternativas: elevar la cabecera de la cama, evitar comidas pesadas en la noche, reducir el consumo de irritantes como café, alcohol o picante, y revisar con el médico si realmente es necesario seguir tomándolos.
Número 6. Antiinflamatorios no esteroideos – La triple amenaza silenciosa
Ibuprofeno, diclofenaco, naproxeno y similares son los analgésicos favoritos para el dolor de espalda, rodillas y artritis. Pero en personas mayores son un arma de doble filo.
Estos fármacos pueden:
- Provocar úlceras y sangrados en el estómago sin dar síntomas evidentes.
- Dañar los riñones, especialmente si hay deshidratación.
- Descompensar el corazón, generando retención de líquidos y aumento de la presión arterial.
El riesgo es que el daño renal puede ser irreversible antes de que aparezcan síntomas. Por eso, lo ideal es usarlos solo por periodos cortos, acompañados de protección gástrica y con controles médicos regulares. Para dolores crónicos, opciones más seguras son el paracetamol, fisioterapia, compresas de frío y calor o terapias de rehabilitación.
Número 7. Digoxina – El equilibrio en la cuerda floja
Este medicamento se usa para tratar ciertas arritmias y problemas de insuficiencia cardíaca, pero en adultos mayores es como caminar sobre una cuerda floja con los ojos vendados.
El organismo elimina la digoxina más lentamente, lo que significa que una pequeña variación en la dosis o una interacción con otro fármaco puede llevar a una toxicidad grave. Los síntomas de alerta incluyen náuseas, visión amarillenta, confusión repentina y arritmias potencialmente mortales.
En muchos casos el médico puede ajustar la dosis o cambiar a opciones más seguras como bisoprolol o amiodarona, pero esto debe hacerse bajo control especializado.
Número 8. Sulfonilureas – El riesgo oculto en la diabetes
Medicamentos como glibenclamida o glimepirida bajan el azúcar en la sangre de forma muy agresiva. En personas mayores, donde la alimentación suele ser irregular y los riñones eliminan el fármaco más lentamente, esto puede provocar hipoglucemias severas que llevan a desmayos, caídas, daño cerebral o incluso coma.
Alternativas más seguras incluyen la metformina, si es tolerada, o medicamentos modernos como empagliflozina (que protege riñón y corazón) o linagliptina (que no produce hipoglucemias). Además, una alimentación equilibrada y control de horarios de comida ayudan a mantener la glucosa estable de forma natural.
Número 9. Opioides – Cuando el alivio se convierte en prisión
Codeína, tramadol, tapentadol y otros opioides se usan para el dolor crónico que no responde a otros tratamientos. En personas mayores, su metabolismo es mucho más lento, lo que provoca que los efectos duren hasta tres veces más que en un adulto joven.
Esto lleva a somnolencia profunda, desconexión del entorno, estreñimiento severo, depresión respiratoria durante el sueño y dependencia física en apenas una o dos semanas. Además, al suspenderlos puede aparecer un síndrome de abstinencia con ansiedad, insomnio y más dolor que antes, creando un círculo difícil de romper.
En casos de dolor neuropático, hay alternativas como la pregabalina o la duloxetina, y para el dolor musculoesquelético se pueden emplear parches de lidocaína, fisioterapia, hidroterapia o electroestimulación nerviosa. Si es inevitable usar un opioide, la buprenorfina transdérmica suele considerarse más segura para adultos mayores.

Y número 10. Antipsicóticos atípicos – El silencio químico
Medicamentos como quetiapina, risperidona u olanzapina se utilizan para controlar agitación, alucinaciones o insomnio en personas con demencia. El problema es que diversos estudios han demostrado que pueden aumentar el riesgo de muerte en más de un 50%, principalmente por accidentes cerebrovasculares, neumonías por aspiración y arritmias cardíacas.
Además, generan efectos secundarios como rigidez muscular, caídas frecuentes, síndrome metabólico y diabetes. El uso de estos fármacos debe limitarse a casos extremos en los que haya riesgo de daño para el paciente o su entorno, y siempre bajo supervisión médica estricta, revisando la necesidad de continuar cada pocos meses.
Alternativas no farmacológicas incluyen entornos estructurados, musicoterapia, estimulación cognitiva, técnicas de validación emocional y el uso de melatonina o trazodona para mejorar el sueño sin comprometer tanto la seguridad.
El cannabis medicinal como alternativa
Aquí es donde la medicina natural puede abrir nuevas puertas. El cannabis medicinal, bien formulado y supervisado por un profesional, ha mostrado resultados prometedores en varias de las patologías para las que se prescriben los medicamentos más riesgosos.
- Para la ansiedad y el insomnio, puede reducir la necesidad de benzodiacepinas y zolpidem, ayudando a mejorar la calidad del sueño sin generar dependencia.
- En dolor crónico y neuropático, especialmente en pacientes con artritis o dolor de espalda, puede disminuir el uso de opioides, reduciendo el riesgo de sobredosis y abstinencia.
- En ciertos cuadros de agitación en demencia, se investiga su potencial para mejorar el comportamiento sin provocar sedación profunda ni aumentar el riesgo de mortalidad.
- También se estudia su efecto en la regulación del apetito, el estado de ánimo y la inflamación, factores clave en personas que usan varios de los medicamentos que hemos mencionado.
No se trata de reemplazar indiscriminadamente la medicina convencional, sino de integrar opciones naturales que disminuyan el uso crónico de fármacos con alto perfil de riesgo. Cada caso debe evaluarse individualmente y bajo supervisión de un profesional capacitado en cannabis medicinal.
Conocer estos 10 grupos de medicamentos te permite tener conversaciones más informadas con el médico y tomar decisiones conscientes sobre tu salud o la de tus familiares. Revisar la medicación de forma periódica no solo previene complicaciones, sino que puede devolver calidad de vida y autonomía.






